lunes, 27 de junio de 2011

Realmente sediento

27 Junio 2011

Realmente sediento

Cindy Hess Kasper
LEA: Salmo 42
Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas, así clama por ti, oh Dios, el alma mía. —Salmo 42:1
Biblia en un año:
Job 8–10
Hechos 8:26-40
¿Alguna vez tuviste una sed terrible? Hace unos años, visité a mi hermana Kathy en Mali, África Occidental. Una tarde, mientras hacíamos un viaje de turismo, la temperatura subió a más de 40 ºC. Muerto de sed, le dije: «Oye, necesito beber algo». Cuando Kathy me dijo que se había olvidado de llevar una provisión de agua filtrada, comencé a desesperarme un poco. Cuanto más seguíamos viaje, tanto más me preguntaba cómo sería en realidad morirse de sed.
Por fin, Kathy dijo: «Ya sé dónde podemos ir», mientras se dirigía hacia la entrada de una embajada. Una vez adentro, me encontré con el paisaje más maravilloso: ¡una máquina expendedora de agua fresca! Tomé uno de los vasitos de papel y lo llené una y otra vez. Mi cuerpo había estado privado de agua durante demasiado tiempo y entonces requirió mucho líquido para revertir los efectos de la deshidratación.
El salmista comparó la sed física con la espiritual: «Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas, así clama por ti, oh Dios, el alma mía» (Salmo 42:1). Su sed se refería a un anhelo desesperado del Señor, el único Dios vivo (v. 2).
¿Anhelas algo que este mundo no puede proveer? Esa insatisfacción es la sed que el alma tiene de Dios. Corre hacia Aquel que es el único que puede apagar esa sed. «Porque [Dios] sacia al alma menesterosa, y llena de bien al alma hambrienta» (Salmo 107:9).
Sólo Jesús, el Agua viva, puede satisfacer la sed del alma.

domingo, 26 de junio de 2011

Culpable de abundancia

26 Junio 2011

Culpable de abundancia

Anne Cetas
LEA: 1 Timoteo 1:12-17
La gracia de nuestro Señor fue más abundante. —1 Timoteo 1:14
Biblia en un año:
Job 5–7
Hechos 8:1-25
Un hombre rellenaba una solicitud de empleo, cuando llegó a la pregunta: «¿Alguna vez fue arrestado?». Él escribió: «No». La pregunta siguiente, para que contestaran los que había respondido que sí, era: «¿Por qué?». De todos modos, el postulante la contestó escribiendo: «Porque nunca me atraparon». Sin duda, ¡él sabía que era culpable de muchas cosas!
Así le sucedió al apóstol Pablo. Él sabía que había hecho mal y que había pecado contra Dios. Escribió: «Habiendo yo sido antes blasfemo, perseguidor e injuriador» (1 Timoteo 1:13). Incluso se autodenominó «el primero» de los pecadores (v. 15).
En un tiempo, nosotros también estábamos separados del Señor por causa de nuestro pecado y éramos considerados Sus enemigos (Romanos 5:10; Colosenses 1:21). Pero, cuando confesamos nuestro pecado y reconocimos que necesitábamos ser perdonados, Él nos limpió y nos hizo personas nuevas.
Los que conocemos al Señor desde hace muchos años podemos tender a olvidarnos de dónde fuimos rescatados y cuánto se nos ha perdonado. Mencionar nuestros fracasos pasados y presentes, y alabar a Dios por Su perdón nos ayudará a no actuar como «santurrones» cuando hablamos con personas que todavía no conocen a Cristo como Salvador.
La verdad es que todos hemos sido culpables de muchas cosas, y Dios merece la gloria por Su misericordia hacia nosotros.
Gracia significa dar todo a quienes no merecen nada.

sábado, 25 de junio de 2011

Recalculando

25 Junio 2011

Recalculando

David C. McCasland
LEA: 2 Timoteo 3:10-17
Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia. —2 Timoteo 3:16
Biblia en un año:
Job 3–4
Hechos 7:44-60
En un viaje por carretera con un amigo, todos los días usamos su dispositivo de navegación GPS como guía mientras conducíamos. Después de colocar el destino en la pantalla, una voz nos decía qué camino seguir y también cuándo y dónde debíamos girar. En ocasiones, al salirnos accidental o deliberadamente de la ruta, la voz decía: «Recalculando…». Después, nos indicaba cómo volver al camino correcto.
Segunda Timoteo 3:16 describe la Biblia como si fuera un sistema de navegación espiritual para nuestra travesía de la vida: «Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia». Enseñar nos dice qué camino seguir; redargüir nos indica cuándo nos salimos de la ruta; corregir nos señala cómo volver al sendero correcto; instruir en justicia nos especifica cómo permanecer en la senda de Dios.
Los errores y las elecciones que nos desvían del Señor no deben tomarse con liviandad. Pero el fracaso raras veces es fatal y pocas decisiones son definitivas. En el preciso instante en que giramos hacia donde nosotros queremos, el Espíritu Santo actúa «recalculando» y nos insta a volver al camino del Padre.
Si nos hemos deslizado y perdido el curso, este es el mejor momento para prestar atención a la voz de Dios y regresar a su camino.
Para mantener el curso, confía en la brújula de la Palabra de Dios.